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Por: Johan Nicolás Orozco

La sensación del hincha del Once Caldas hoy es indescriptible; rabia, impotencia, tristeza, hacen parte del sentimiento de una afición que ve cómo su equipo completa una campaña más de decepciones que parecen no tener fin.

El 16 de octubre del 2012, cuando Kenworth de la Montaña adquirió el 80% del Once Caldas, la ciudad se ilusionó con una multinacional organizada, que nos pondría al nivel administrativo de los equipos antioqueños y que solo el hecho de asumir la deuda con la DIAN era el inicio de una gran época para el ‘blanco’, y esto teniendo en cuenta que los años anteriores fueron buenos futbolísticamente para el club, con 2 títulos locales en 2009 y 2010, además de las constantes participaciones en la Copa Libertadores (2010,2011,2012), pero con un mal manejo administrativo que tenía a jugadores y demás personal sin sus sueldos y terminó llevando al equipo al borde de la quiebra.

5 años después, la situación dio un giro radical en lo económico porque el club está al día con sus obligaciones e incluso deja utilidades anuales; es decir, lo convirtieron en un buen negocio, pero a cambio de ello y contrario a lo que se pensó, esa quiebra se trasladó a la cancha, a la esencia del club, por lo que finalmente se mueven los equipos, el fútbol.

En 9 temporadas, esa administración que llegó como salvadora, ha acabado poco a poco con la credibilidad del hincha; el motor del Once Caldas, que si bien no se caracteriza siempre por llenar el Coloso de la 62, como se le ha reprochado, si le ha dado colorido en los buenos momentos del equipo, cuando este le ha respondido, pero ya no lo hace. Hoy el Palogrande solo alberga a los mismos 5.000 (y cada vez son menos menos) que han estado siempre sin recibir nada a cambio, decepción tras decepción los días de fútbol en Manizales.

En 2016, llegó Hernán Lisi en reemplazo de Javier Torrente y se presentaba como otro técnico de la escuela de Bielsa, de la cuál poco aprendió, estuvo cerca de ascender al Pereira pero no lo logró, viajó a Uruguay a dirigir a Nacional y también fracasó en solo 9 partidos que  disputó, con un registro de 4 victorias, 4 derrotas y 1 empate, por los que salió destituido del club. En Once Caldas completa 22 juegos, con 7 triunfos, 5 empates y 10 partidos perdidos, un rendimiento condenatorio para un técnico que pudo armar su equipo con anterioridad y aún no lo sabe dirigir, partido tras partido se queja de errores individuales, que realmente ya no pudo corregir.

Al argentino ya se le acabó el tiempo, solo los directivos lo respaldan, en muestra quizá que su interés no es lo futbolístico, total el club les sigue dando utilidades, consiguieron los patrocinadores que pedían, y su marca ya no debe esforzarse en ese sentido, a ellos no los pueden expulsar, solo comprarles. Ese timonel madrugador y trabajador como lo describen algunos, de la mano de las directivas está generando una crisis en el equipo, ¿acaso el estudiante por madrugar a diario aprueba el año?. La respuesta es clara y Lisi hace mucho lo reprobó, no pudo con el equipo y se debe ir, por su propia tranquilidad, porque poniéndose en su papel, no es nada agradable estar en un lugar donde solo recibe insultos, donde ya no puede salir del banco, ¿a quién le gusta eso? si se hace algo mal se responde, siendo consientes que él no es el único culpable de la situación, pero no hizo lo que debía hacer, dirigir bien el grupo que armó.

No queda más que confiar en las soluciones de la mesa de trabajo por el Once Caldas, para que no tengamos que llegar al temido descenso, aún falta, pero estamos haciendo méritos suficientes, como un día lo hizo América y River, y no creo que podamos salir tan fácil como lo lograron los argentinos en su momento.