Foto: Santiago Álvarez

Por: Juan Simón López Cruz

El año pasado, entre los aficionados del Once Caldas que asistían al estadio Palogrande, se hizo popular una canción que decía: “El equipo de Bodhert tiene corazón”. La canción, cantada por los hinchas del Once, fue el fondo de cada uno de los partidos que el equipo jugó como local y se convirtió en un reconocimiento a la gran campaña del equipo. Ahora, estas son épocas lejanas.

La derrota contra Independiente Santa Fe fue el resultado obvio para una semana en la que todo se hizo mal, y terminó por romper el idilio entre la afición y el equipo. Porque si algo ha tenido el proyecto Bodhert es un apoyo incondicional de la afición, más allá de partidos puntuales en que el hincha se ha quejado. Hace mucho tiempo, quizás desde los tiempos de Osorio, el hincha del once no se sentía identificado y comprometido con un técnico.

El carisma de Bodhert, la entrega del equipo, la aparición nuevamente de ídolos y referentes como El Pecoso Correa y David Lemos y, por supuesto, los resultados positivos del año pasado alimentaron de nuevo la fe y la esperanza del hincha. Precisamente gracias a estos hechos positivos, que llegaron luego de un periodo de fracasos y desencantos continuos, es que muchos hinchas aun confían en Bodhert y su equipo.

La realidad, no obstante, es que luego de los tres partidos de esta semana surge la pregunta de si el proyecto del técnico cartagenero debe continuar. No solo por los resultados, sino por la misma actitud del técnico, quien no vacila en reconocer que su “objetivo no es ser campeón ni clasificar, sino proyectar y consolidar jugadores”.

Esto fue lo que dijo luego de la derrota contra Santa Fé, un partido del que no vale la pena hablar básicamente porque no fue sino la continuación del mismo partido que jugó el Once Caldas durante toda la semana. Igual que contra Deportivo Pasto, igual que contra Independiente Medellín, contra el equipo bogotano: “El equipo de Bodhert no tuvo corazón”.

Esto no quiere decir que no se reconozca la entrega y el compromiso de jugadores como Gerardo Ortíz, Andrés Felipe Correa o el mismo David Lemos. Sin embargo, como colectivo el Once Caldas no funciona, cuando su estilo de toque y juego rápido por las bandas es bloqueado por el rival no tiene alternativas de juego, y las decisiones desde el banco son casi siempre equivocadas.

Lo grave es que no es algo de ahora. Al ver los partidos, resulta que no hay mucha diferencia entre el Once Caldas que cayó eliminado como local contra Deportivo Santaní y el Once Caldas que fue incapaz de remontarle la serie de Copa Águila a un Medellín que venía de ser goleado; tampoco, evidentemente, hay mucha diferencia con el Once Caldas que cayó contra Santa Fe. Todos estos partidos, lo que demuestran es falta de jerarquía o, mucho peor, de carácter. Porque no se trata de tener jugadores “de recorrido”, sino jugadores capaces de afrontar situaciones difíciles, y lo que está demostrado es que el Once Caldas no sabe afrontar adversidades y que, además, Bodhert está fracasando en su proyecto de consolidar jugadores, pues nada se gana con darle minutos a jugadores jóvenes sino tiene la capacidad de entrenar a estos para afrontar las situaciones dfíciles del fútbol.