Permanentemente y ante el paso de fechas, fines de semana, torneo y trofeos, he podido descubrir que lo más arraigable a este deporte es la capacidad que tiene para dar revanchas; en el siguiente tiro, en el siguiente partido, para la próxima temporada.

Sin duda alguna la vida en esencia es la posibilidad de tener una nueva oportunidad para conseguir aquello que buscamos con tanto esmero y siendo el balompié una actividad tan popular, encontramos constantemente esos reencuentros de los jugadores con esas oportunidades, con la gloria y la victoria.

Y es que Michael Ortega para inicios de este año volvía a Colombia por una chance después de su discreto paso por Brasil y con la historia de sus mejores momentos remontándose 4 ó 5 años atrás. El nombre convocaba, pero la actualidad deportiva no generaba expectativas.

Pero este deporte premia el esmero, la perseverancia y el talento, esa magia de aquellos jugadores de ‘potrero’ que hacen que 90 minutos de tácticas y estrategias rígidas valgan la pena y solos, logren convocar 10, 20, 30, 40 y 100 mil personas en las gradas, más millones en los televisores.

Foto: Daniel Naranjo
Foto: Daniel Naranjo

Ortega se ha encargado este semestre de sacarnos un poco de la realidad, del libreto del equipo ‘albo’ que se ha convertido en malas decisiones administrativas, protestas de los hinchas, eliminaciones tempranas, jugadores de bajo rendimiento y la pérdida paulatina de identidad del mayor ícono de nuestra tierra. El costeño, hoy con la dorsal 8 en su camiseta blanca, por momentos ha hecho que recordemos por qué amamos este deporte y sigamos irracionalmente un equipo. Cuando el atlanticense filtra un pase a un lugar en el mundo donde nadie más sabe que existe, realiza unos regates a sus rivales que pasan y pasan como tantos días tan monótonos en nuestro vivir o remata con certeza y precisión inflando con la esférica las mallas blancas, la realidad cambia y creemos en la hipnosis, en la magia.

Lo más destacable de todo fue ver salir a cientos de hinchas de Palogrande felices el pasado sábado; y es que el equipo ronda los últimos 5 lugares de la tabla, ha celebrado de local tan solo dos veces este semestre y la pérdida de categoría se percibe diminuta en el horizonte, pero Michael y su talento hizo olvidar todo ello, reconfortó el sentimiento, reconcilió temporalmente el equipo con la multitud y lo más importante, nos mostró que todo se puede lograr y que la revancha de los malos momentos está a la vuelta de la esquina.

Por el bien de nuestro equipo, renovarle a Michael, el jugador que nos mostró un oasis en el más extenso desierto, es una necesidad para seguir reconstruyendo y recuperando este equipo, el amor más incondicional que los hinchas pueden tener.